A Joana le perseguía la Luna
miércoles, marzo 06, 2013
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Joana era pequeña. Muy pequeña. Y muy curiosa. Como suelen ser todos los niños hasta que el sistema educativo decide que ha llegado la hora de amoldarles el cerebro a las pautas que imperan. Hasta que el sistema, con una eficacia nunca igualada, decide que ya no pueden realizar preguntas impertinentes. Preguntar está mal. Y más si son preguntas fundamentales como el motivo del color del cielo, por ejemplo. Clásica pregunta demasiado a menudo respondida con mala cara y algún improperio.
Pero Joana no se arrugó. Joana siguió haciéndose preguntas y preguntando. Joana tenía y tiene el espíritu de la ciencia. Joana cuestiona, inquiere, indaga, encuentra y sigue cuestionando. Y sobre todo, a Joana le perseguía la Luna y quería saber por qué.
Desde bien pequeña se dio cuenta de que cuando era de noche y había Luna, esta le perseguía a todos lados. Y por más que se escondía e intentaba salir por otros callejones, allí estaba ella de nuevo. La que, comprando al poeta Salinas, diríamos "De mirarla tanto y tanto, nuestros ojos le pusieron un nombre: la Contemplada. La constantemente contemplada.".
Y ella quería saber por qué. ¿Por qué siempre le seguía la Luna? No entraré en la explicación puesto que lo que me interesa es la mentalidad científica de la niña, de Joana. Como siempre le seguía, decidió enfrentarse a ella. Así pues, quedó con una amiga y le dijo que saliese por un callejón a la vez que ella salía por otro. Así vería a quién decidía la Luna que seguiría. Salieron ambas y... ¡Allí seguía!
No podía ser. Había que llevarlo más al extremo. Decidió que debían caminar en direcciones opuestas por una calle. Así obligarían a la Luna a decidirse. ¡No pudo ser mayor la sorpresa al ver que seguía a ambas!
Joana descubrió así la ciencia en general y la astronomía en concreto. Descubrió que debía comprobar las cosas por si misma. Descubrió también la perspectiva y los tamaños del Cosmos. Y ya nunca más pudo desengancharse de esta pasión.
¿Actualmente, cuantos adolescentes vemos hacerse preguntas tan sencillas pero tan fundamentales? Lo dicho, el sistema educativo nos asesina la capacidad de crear, de imaginar, de soñar y de preguntar. Por suerte, algunos pocos resisten a ello. Joana es una de esas personas.
Conocí a Joana el pasado fin de semana en una observación astronómica y posterior ruta de senderismo por el Montsec (Lleida). Joana podría ser mi madre, seguramente. Pero desde que nos presentaron y me presentaron como alguien que sabia algunas cosillas de astronomía, dio rienda suelta a su curiosidad y no paró de lanzarme preguntas. Hablamos de Carl Sagan, de asteroides, de densidades, de galaxias, de planetas, de constelaciones, de programas espaciales, de libros, de documentales, etc. Lo mejor de todo es que las preguntas seguían teniendo aquella impertinencia del niño que cuestiona al profesor, aquel brillo en los ojos por conocer, aquella pasión por descubrir los secretos del Cosmos. Aquella garra de quien siempre se levanta y cuestiona lo políticamente incuestionable, mal que le pese a la mayoría. Joana preguntó desde pequeña. Y Joana sigue preguntando y así será. Porque así es Joana. Y preguntar es uno de los pilares de la ciencia.
Joana, sin saberlo, es científica.
Y así es como he conocido a una bellísima persona.
Joana, en primer plano, con un chaleco lila. Yo a su izquierda.
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